domingo, 16 de octubre de 2011

Los curas no mienten

Una distinguida dama venía en un vuelo de Irlanda y pidió al cura que venía al lado de ella que le hiciera un favor.

-Padre, ¿puedo pedirle un favor?

-Por supuesto, hija. ¿Qué puedo hacer por ti?

-Mire, Padre, compré una finísima plancha para el cabello para llevarle de regalo a mi mamá por su cumpleaños. Viene en caja cerrada y sé que sobrepasa el valor permitido para la aduana, y tengo miedo de que me la quiten. ¿Será posible que usted la pase en la aduana por mi? Se me ocurre que quizás, debajo de su sotana...

-Me encantará servirte, hija mía, pero debo advertirte: No puedo decir una sola cosa que no sea la verdad.
-No se preocupe, Padre, con su vestidura nadie se atreverá a revisarlo.

Al llegar a la revisión la señora dejó que el padre pasara antes que ella. Preguntó el oficial:

-Padre, ¿Trae algo que declarar?
Dijo el sacerdote:

-De la cintura para arriba, no tengo nada qué declarar...

El oficial de migración pensó que era una respuesta muy extraña, así que le preguntó:

-¿Y qué tiene que declarar de la cintura para abajo?

-Llevo un maravilloso instrumento diseñado para ser usado por las mujeres, pero que hasta este momento permanece sin estrenar...

Soltando una carcajada dijo el oficial:

-¡Adelante, Padre... El siguiente!

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