sábado, 1 de octubre de 2011

Carta de una abuela a su nieto




Querido nieto, el otro día tuve una experiencia religiosa increíble y que quiero compartir contigo.

Fui a la librería cristiana y allí encontré una calcomanía para el auto que decía:

'TOCA LA BOCINA SI AMAS A DIOS'.

Dado que había tenido un día muy malo, decidí comprarla y pegarla en el parachoques de mi coche.

 Al salir conduciendo, llegué a un cruce de dos avenidas que estaba muy complicado, con muchos vehículos. La temperatura exterior era de 37º y era la hora de salida de las oficinas. Allí me quedé parada -porque la luz estaba roja-, pensando en el Señor y en todas las cosas buenas que nos ha dado. No me di cuenta de que la luz ya estaba en verde, pero eso me sirvió para descubrir que muchas personas aman al Señor, porque inmediatamente comenzaron a sonar las bocinas... Fue maravilloso!!

La persona que iba detrás de mí era sin duda muy religiosa, ya que tocaba el claxon sin parar y gritaba:
"¡¡Dale, por el amor de Dios!!"

Dirigidos por él, todos hacían sonar el pito. Yo les sonreía y les saludaba con la mano a través de la ventanilla, totalmente emocionada.

Vi que otro muchacho me saludaba de una manera muy particular levantando sólo el dedo corazón de la mano. Le pregunté a Jaimito, tu primo, que estaba conmigo, qué significaba aquel gesto. Me dijo que era un saludo hawaiiano de buena suerte. Entonces yo saqué mi mano por la ventana y empecé a saludar a todos de la misma manera. Jaimito se partía de risa, supongo que emocionado por la bella experiencia religiosa que estaba disfrutando.

Dos hombres de un vehículo cercano se bajaron y comenzaron a caminar hacia mí, creo que para rezar conmigo o para preguntarme a qué parroquia voy, pero fue en ese momento cuando me di cuenta de que el semáforo estaba en verde. Entoncés saludé a todos mis hermanos y hermanas y avancé.
Tras cruzar, noté que el único coche que había podido pasar era el mío, ya que volvió a ponerse en rojo, y me sentí triste por dejarlos allí después de todo el amor que habíamos compartido. Así que decidí parar el coche, bajarme, y girándome hacia ellos les dediqué un último saludo hawaiiano... y me fui.

Ruego a Dios por todos esos buenos hombres y mujeres.

Te quiere, tu abuela.



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